Friday, February 17, 2006

Felices cuatro meses


Se levantó a buscar unas velas para poder ubicarle el rostro. Fumaba un cigarrillo final, ardía una vela final. Trataba de respirar profundo, de no ahogarse entre el humo y la angustia. Y él que dice “si no llega a funcionar después... bueno, te pediré perdón”. La frase más egoísta que escuchó en su vida. La peor elección iba dirigida a ella, sentada como indiecita a los pies de la cama. Como si le importara un perdón de su boca; como si eso lograra tapar todo el dolor agigantado por el correr de los meses. Si así dolía, hoy, ahora, más adelante ni imaginarlo. Imaginar para qué, si era obvio que esto iba a pasar. No se hablaba más que de ella, la otra. Cada problema tenía la misma raíz y la india sabía que nada podía hacer para evitarlo. O si, y planteó el final. Que se vaya a la mierda, que resuelva sus problemas y, en todo caso, después se verá. O no, quedará todo así y punto. Pero ¿qué es eso de pedir perdón después? ¿Qué clase de persona se cree que es? ¿Y qué clase de persona cree que soy? Que se vaya a cagar, india, dejalo irse con su fantasma en el bolsillo. Pero dejale en claro que esto no queda en un “ya fue” telefónico, que estás poniendo huevos para todo y él no hace nada. Solamente deja correr al silencio, pide un perdón adelantado y se va a ver los midget como todos los viernes a la noche.

1 Comments:

Anonymous Anonymous said...

El escolazo es así: ni con una buena martingala a veces ganas.
b.

5:13 PM

 

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