Wednesday, February 08, 2006

Estaba enojado. Ya me lo veía venir, si no era por lo de hoy, por lo de ayer. Me esperaba en las escalinatas del teatro, los escalones chorreando miedos y discusiones que duraron por lo menos una hora. Cuando nos levantamos de la mano el terreno estaba seco otra vez. Quería llevarlo a jugar carreras de autos, pero en el camino propuso comer algo y paramos en un carro de hamburguesas. Comimos en la plaza y corrimos después, urgentemente, a buscar una cerveza. Cuando salimos del café fuimos directo al Bingo, tal como habíamos quedado. Buscamos la ruleta electrónica y destinamos cinco pesos cada uno para el juego. Primera vez, asique pedimos instrucciones y el 27 fue el número elegido. Coronó el número casi como adornándome la piel. Perdimos por culpa del doble cero, pero insistimos ahora con el 17. Claro, la ruleta se nos rió en la cara: ahora si, el 27 apareció socarronamente. Entonces, por las dudas, nos quedamos con el 17, ya para terminar nuestro crédito. Pero nada, che. Nos fuimos de la sala con toda la bronca en las manos.
Sin embargo habíamos decidido jugar al bingo, un máximo de cinco cartones para pasar el rato. Cuando entramos a la sala estaban terminando una ronda. Él eligió una mesa habitada por dos personas: un hombre y una mujer. Nos miraron las caras de nenes perdidos sólo por un momento. Vimos cómo cantaban bingo y nos preparamos para la compra de nuestro primer cartón. Yo quería dos, pero "juguemos de a uno", dijo él. Pucha, yo quería ganar a toda costa, y lo quería ya.
Para resumir debo decir que la gente terminó de pelearse por los cartones y la locutora empezó a cantar los números. Yo marcaba el cartón asombrada por la velocidad de la voz femenina en el salón. Y cantaron línea cuando nos faltaban dos para cantarla nosotros; íbamos bien. Y después fui rodeando los números con fibra negra, quedan cinco, cuatro, tres, tres, tres...dos, y los nervios, dos, y ¿grito si sale bingo? No, me da vergüenza y queda uno, el 60. Miro la pantalla que estaba a mis espaldas, que se adelantaba a la voz de la mujer. Y veo el 60, y espero para escuchar la voz que lo confirma fuerte, y lo empiezo a rodear con la fibra negra y él, sentado a mi lado, levanta las manos mientras la voz dice "se ha cantado bingo" y yo, despacito, repito "bingo". Entonces se acercan, leen el número de cartón y lo repiten para verificar nuestra fortuna. Habíamos ganado setenta pesos.
Después de los besos de alegría e incredulidad nos trajeron la plata y una especie de ticket para firmar. Jugamos otra ronda, ya inmunes a todo. Teníamos el poder de invitar una ronda de bingo a nuestros compañeros de mesa y así lo hicimos. ¡¡Faltaba más!!
Obviamente, la suerte murió ahí, en ese primer cartón. Qué carajo nos importaba ya, si los setenta pesos (con cincuenta) pagaban lo gastado esa noche y nuestra primera experiencia juntos en un telo bahiense.

7 Comments:

Blogger Bruno Fernández said...

Ahí estas. That the way.

9:27 AM

 
Blogger Bruno Fernández said...

Whisky, siempre. Afortunada en el juego... por cierto: no tenés que agradecer nada, hay que reconocer cuando hay un narrador/a que ya necesitará un editor.

5:58 PM

 
Blogger Bruno Fernández said...

es como que ganas la lotería dos veces: un trago y un editor.

6:14 PM

 
Blogger Bruno Fernández said...

Y cuando se te termine la buena suerte vas a tener que buscar otras formas de pagar la vuelta: la bebida y el negocio van de la mano en muchos cosas: también en la literatura (ja)

6:19 PM

 
Blogger el otro Dobal said...

Lo único que te puedo advertir es que a mi me empezaron ofreciendo lo mismo y después las exigencias fueron otras.

4:05 AM

 
Blogger Bruno Fernández said...

Pero con vos era diferente...por cierto, la frase "perro del hortelano" te dice algo?

5:21 PM

 
Blogger Marie said...

EH!!! No quiero saber de su intimidad, chicos!!! Esto se está degenerando...(chiste, chiste)
Agradezco la información, Claudio.

5:07 PM

 

Post a Comment

<< Home